Hace
un calor infernal. Para variar el cacharro que tengo para moverme en esta
ciudad tiene mal el aire acondicionado (si usted ha leído mi blog, dirá que
estoy obsesionado con lo del aire acondicionado, entonces usted no ha vivido ni
5 minutos en Maracaibo). De pasapalo, estoy en una cola enorme para poner
gasolina. Como buen nieto de Calabrés, mi paciencia se acaba en 14 minutos, no
llego al cuarto de hora. Me salgo de la fila y voy con mi calor y mi escasez rumbo
a la Plaza de Toros de Maracaibo.
Para
poner gasolina en esta ciudad usted necesita tener un chip. El fulano chip, le
abre las puertas del cielo cuando la aguja del tanque está a punto de gritarle.
El fulano chip lo pusieron porque supuestamente, los ciudadanos de bien y
algunos de mal que vivimos en la frontera venezolana somos unos delincuentes
que contrabandeamos con la gasolina y la pasamos a Colombia para desangrar al
país. Hoy en día, es evidente que si el cargamento que trae un camión cisterna
equivale a lo que cuesta un cartón de huevos en el abasto de la esquina, pues
para muchas personas que pueden controlar el camión y las fronteras, es el
negoción del milenio (o desde que se inventó la gasolina). Si usted viene de
turista a Maracaibo, haga como yo que tampoco tengo el chip y váyase a la plaza
de toros, satisfacción garantizada.
Las
leyes, en cualquier ámbito no son hechas para romperlas, es más, las leyes que
dictan las ciencias son imposibles de quebrar. Supóngase que usted tiene alguna
tara ideológica que le hace sospechar que toda la ciencia mundial (esa que está
regida por el método científico, y es evaluada por todo el mundo) está dirigida
por transnacionales, grupos económicos, el ratón Mickey, etc. Pues yo lo invito
a desafiar la ley de la gravitación universal de Newton, digamos……………. lanzándose
desde una azotea a 20 metros de altura. O mejor aún, pruebe contrariar
cualquiera de las leyes de Mendel, siéndole infiel y maltratando a su esposa
repetidas veces y esperar que todos sus hijos sean igualitos a usted (si tiene
suerte su mujer si seguirá esas leyes).
Llego
a la plaza de toros, es martes al mediodía (evidentemente el calor ha pasado a
un nivel indescriptible), la señal, ver
unos recipientes de agua potable de 1 galón llenas de gasolina. No hay nadie
vigilando, pero al bajar la velocidad del carro, comienza una pléyade de
muchachitos, que evidentemente no están en la escuela y se acercan para transar
el negocio. -¿Cuánto?-, -2500!!!- grita el niño. –Ponle 3- digo yo, porque
milagrosamente tengo efectivo en un país donde escasean hasta los billetes. Son
12 litros de gasolina que para ese momento me llevarán hasta el cielo.
Para
muchos científicos naturales, las ciencias sociales son algo así como un
espejismo innecesario que no es capaz de producir conocimiento ni cambios en la
humanidad sino un montón de párrafos complicadísimos que no dicen nada (en
muchos casos es así, porque efectivamente no hay nada que decir). Sin embargo
existen leyes en temas como la economía donde igualmente no hay manera de
romperlas sin sufrir terribles consecuencias.
El
miércoles, dada emoción por haber dejado de perder horas en una cola, (sí, yo
soy de los que cree que mi tiempo es valiosísimo así me paguen poquito y en
bolívares), me encontré con que tenía que volver a llenar el tanque. En la
plaza de toros me enteré por mis amiguitos que el galón había subido a 3000.
Por supuesto no pagué ese precio y me resigne a quedarme varado ese día. El
jueves, viendo que lo de quedarme varado era en serio, fui a la plaza resignado
a pagar el precio aumentado, aunque la gasolina seguía costando el mismo
bolívar por litro en las bombas de colas interminables. ¡Oh sorpresa! El mismo chamo que me ha visto día
tras día me dice, ¡son 3500 y mañana seguro sube a 4000! -Coño pana- riposto – ¿cómo
es que le subes 500 bolos cada vez que se pone el sol?- El chamo sabiamente me
dice –Bueno señor, la gasolina está difícil de conseguir ¿no ha visto las colas
en las bombas?- Me trago una vez más lo que mis genes me sugieren gritarle al niño
y pago.
La
llamada ley de oferta y demanda atribuida Alfred Marshall, es un modelo aparentemente
sencillo de explicar y digo aparente porque uno no entiende cómo es que “otros”
no entienden eso. El carajito que me ha tenido 3 días a punto de un colapso
nervioso, lo explica fácil, si no hay gasolina en las bombas (oferta) y un pocotón
de gente va a la plaza a rogar por los pocos galones que hay allí (demanda),
inevitablemente el precio sube porque no hay competencia.
El sábado,
resignadamente busco 12.000 bolívares para poner mis 3 galones que deben estar
en los 4 mil que el chamo vaticinó el jueves. Sin embargo, veo que las colas en
las bombas han bajo un poco ¿Qué raro no? Cuando asomo el carro en la plaza, un
sinfín de botellas llenas de combustible se desparraman por varios cientos de
metros, llego donde mi habitual compinche y le pregunto, ¿Epa chamo, en cuánto
lo tienes hoy? –A 2500 señor- sorprendido balbuceo algo así como ¿y esa vaina? –
ayer llegaron los camiones de gasolina ¿no ve que todos los vecinos están vendiéndola?,
si no le bajo el precio hoy pues no voy a vender nada-. Por una extraña razón me
alegré ese día por satisfacer nuestras miserias con un poco menos de dinero –ponle
4 galones-. Me fui con el tanque casi lleno, sintiéndome millonario con los
2000 bolos que me sobraron y conforme conmigo mismo por la gran proeza consumada.
Mientras volvía a casa no dejé de pensar en los necios que no quieren entender
la ley de oferta y demanda.
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