viernes, 18 de noviembre de 2016

Aprender a hacer limonada

El ruido era espantoso, casi no podía entender lo que me decía Patricia. La veía en la pantalla del computador con unos audífonos y enseguida me pregunté qué clase de laboratorio era ese. En el nuestro se escucha musiquita, uno que otro chiste con sus consecuentes carcajadas pero nada como eso.

Patricia fue mi estudiante de pregrado. Siempre tuvo “madera” para ser científica, era de esos estudiantes que uno mira, oye y dice: “guao, ojala todos fueran así” y además, diría yo, le fascina la ciencia como a pocos. Nació para eso pues.

En la vida de un científico, montones de estudiantes van y vienen, sin embargo, llegado a un punto, uno se termina preguntando a cuál de ellos deberíamos  “dejarle el coroto cuando haya que jubilarse” (lo que ahora llaman el legado), ya que tanto trabajo y angustia para armar un laboratorio, conseguir financiamiento para las diferentes líneas de investigación, dotarse de equipos, etc. no puede terminar en un cierre del mismo porque…. Upss!!!! No hay generación de relevo. Esto trae como consecuencia, en el mejor de los casos, la depredación del mentado laboratorio por los vecinos, que también necesitan (o no) lo que se construyó a lo largo de los años.

Cuando uno tiene lo que llamamos un buen estudiante, realmente queremos decir que el tipo o tipa es un personaje con cualidades excepcionales para el trabajo científico.  En mi humilde opinión, esto nada tiene que ver con las notas mis estimado lectores; es algo relacionado con su actitud y aptitud para aprender y su instinto para hacerse preguntas y tratar de responderlas. Como todo en la vida, uno termina desarrollando cierto olfato para identificarlos. Esa gente termina siendo una especie de hijo del cual uno se siente orgullosísimo cuando presenta un trabajo en un congreso, tal cual como si fuera el de uno propio haciendo de niño Jesús en el acto de fin de curso de la escuela.

Patricia siempre fue una estudiante de esas, tanto así, que un par de años luego de obtener su título de pregrado ya tenía 4 publicaciones en revistas internacionales (si lo sacamos por la media nacional, estaba 40 veces por encima1). El día que llego a mi oficina a decirme que se iba a Panamá a probar suerte, la verdad no sentí nada, me lo esperaba, quizás sentí una frustración ya padecida otras veces por el desperdicio de un talento al que nadie pareciera importarle en nuestro país.  Patricia quería seguir estudiando, conseguir un trabajo decente, casarse, comprar una casa, en fin…. soñaba con tener una vida.

Cuando llegó a su nuevo destino, Patricia se embarcó en una maestría cualquiera porque “mientras tanto” tenía que seguir ligada a la academia de alguna manera. Tanto dio y buscó, que al final consiguió a una persona que tiene un proyecto en el área en la cual se formó y que la aceptó como estudiante tesista (es obvio que cualquiera quisiera tener un talento como ese en su laboratorio).

Su llamada era para para preguntarme algunos tips y detalles técnicos para desarrollar su tesis. Mientras le iba contestando entre ese ruido infernal, me fui dando cuenta que ese ambiente no era precisamente un laboratorio sino la cocina de un restaurant donde también trabaja para poder mantenerse y pagar sus gastos. Con razón usaba audífonos.

Según las teorías evolutivas, la adaptación es un proceso en el cual, una población de cualquier especie se adecua a los cambios que ocurren en su hábitat. Básicamente, si no te adaptas a los cambios, desapareces como individuo y finalmente como especie (aplica para todo ¿no?). En la Venezuela de hoy, nos hemos visto forzados a adaptarnos prácticamente todos los días a situaciones diferentes. Nuestro entorno social parece que cambiara cada vez que nos bañamos. Muchos se van para otros ambientes (migran) para poder continuar o mejorar sus carreras académicas, algunos otros se quedan para continuar haciendo ciencia con enfoques nuevos, mucha creatividad y apoyándose en otros colegas que tienen lo que a uno le falta (porque también uno tiene lo que le falta a los otros) y seguir produciendo conocimientos de primera línea y otro grupo hace cualquier otra cosa menos ciencia (aunque les paguen por ello), vendiendo Herbalife, ponquesitos o haciendo de taxista, a su manera, adaptándose también.

Para el futuro científico y tecnológico del país, una de las preguntas más importantes es ¿qué hacer con todos esos talentos que conforman el primer grupo? Muchas opiniones consideran que en algún momento habrá que organizar un programa de repatriación de estos venezolanos para que se incorporen a las universidades y centros de investigación. Sin embargo, estamos muy lejos de llegar a siquiera soñar con esa posibilidad. Para aplicar cualquier programa de repatriación, primero debemos fortalecer nuestro sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación (SNCTI), mejorando enormemente las condiciones salariales de los científicos y académicos, haciendo una verdadera reforma universitaria (de eso hablaremos en otras entregas), desarrollando un sistema de incentivos para el desarrollo tecnológico junto a las empresas, mejorando las becas para la formación de nuevos científicos, un largo etc.

A mi modo de ver, la generación que se fue y que se sigue yendo del país es muy difícil de recuperar, pero si sabemos adaptarnos, podremos tener una gran red formada por futuros colegas que dirigirán laboratorios y manejarán recursos financieros en otros países. Desde esta perspectiva, muchos se unirán a la reconstrucción de nuestro golpeado SNCTI desde sus trincheras, recibiendo a nuestros estudiantes o haciéndonos copartícipes de sus proyectos. Fortalecer esa red tendrá que ser una tarea inaplazable porque nos rendirá frutos a corto plazo y con el menor gasto posible. En pocos años mientras se implementen políticas científicas a mediano y largo plazo, estos venezolanos que hoy se abren camino en el extranjero serán nuestros mejores aliados.

Patricia va a ser una de ellas, estoy seguro de que en el futuro será líder mundial en la actividad científica que ella escoja y que su amor por Venezuela es a toda prueba. Si las cosas mejoran un poco quizás se regrese y aporte desde aquí. Si no, estará siempre dispuesta a hacerlo desde donde se encuentre. En la ruidosa cocina del restaurant ella sigue planificando sus experimentos y buscando oportunidades que la lleven más lejos. Debo confesar que la llamada de Patricia me alegro el día.


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